10 mayo, 2006

¡Cagüen la leche! ¡Joé con los estrategas!


LOS HECHOS
Villa del Prado. Colegio Público Nuestra Señora de la Poveda. 9 de mayo de 2006, 2 de la tarde (14.oo o 2 P.M.) Los alumnos de Educación Infantil salen con sendos papelitos en la mano. Los papás leemos que hay una huelga convocada para el día siguiente y que en la Dirección del centro se desconoce la incidencia de la misma. La tutora de mi hijo me informa de que casi nadie va a acudir y decido no llevarle a clase el día 10. Ésa es la primera noticia que tengo de la convocatoria.
San Martín de Valdeiglesias. Colegio Público Virgen de la Nueva. 9 de mayo de 2006, 3 de la tarde. Revuelo de padres. Casi nadie sabía nada de la huelga. Hay un letrero en una de las paredes del edificio, bajo el porche, en la que se da a conocer la convocatoria, se dice que habrá servicios mínimos (Directora, jefe de estudios, auxiliar de control y poco más) y que no se garantiza la seguridad de los niños dentro del recinto escolar debido a la previsible falta de personal (¿Qué es el centro escolar? ¿Un mini-Bronx, para que los niños no estén seguros sin la vigilancia cerrada de los profesores?) Los padres preguntamos a los respectivos tutores de nuestros hijos sobre adhesión o no adhesión a la huelga. La respuesta general, en términos parecidos a "Mi idea ahora mismo es venir mañana a trabajar. Pero de aquí a mañana puedo haber pensado otra cosa. Trae al niño y si estoy, lo dejas, si no pues llévatelo a casa" Muy concreto, ¿verdad? .
10 de mayo: llevamos a los niños al colegio. La puerta de la avenida está cerrada y allí espera un montón de gente. La puerta del centro de salud está abierta, pero Eugenio, uno de los profesores, habla con las personas que intentan entrar por ella y veo que todas esas personas bajan hacia la avenida y el profesor cierra. La puerta de la piscina es la única que a las nueve y veinticinco está abierta. Descendemos del coche mis hijas y yo y nos dirigimos a la puerta que Eugenio acaba de cerrrar. Leo el cartel que hay en ella: "Durante el día de hoy sólo permanecerá abierta la puerta de abajo". Llamo al portero automático para que me abran las educadoras de la guardería (allí es donde llevo a mi hija pequeña). Me abren y paso; otra de las educadoras se dirige ya hacia la puerta y me dice que les han prohibido abrir la puerta, que debemos pasar por la de abajo, y a la hora de recoger a los niños, también. Unos metros más allá, en el porche de Infantil, acaba de aparecer el jefe de estudios, muy indignado, preguntando quién ha abierto la puerta de arriba y diciendo que nos llevemos a los niños porque no va a haber maestros y van a estar todo el día en el patio. Yo dejo a mi hija en la guardería; cuando salimos la mayor y yo de allí suena la sirena que avisa de la hora de entrada. Decido, a pesar de lo que he oído, ir al porche de Primaria, a ver qué pasa allí. Las maestras ya están listas para hacerse cargo de sus alumnos. Pregunto a la tutora de mi hija si va a dar clase con normalidad o van a estar los niños en el patio. "No, no van a estar en el patio, y no entiendo por qué dicen eso. Yo he venido a trabajar, como todos los días, y si no os di papelito para informaros es porque no pensaba hacer huelga. Los míos van a dar clase como cualquier otro día". En consecuencia, mi hija se queda en el colegio. Y como ella, todos los que han acudido sin saber a ciencia cierta lo que iba a pasar. En Primaria no ha faltado ninguna tutora y casi ningún niño.
Hora de salida: todas las puertas del colegio están abiertas.
LA INTERPRETACIÓN
La dirección sabía de antemano la escasa repercusión de la huelga. Por ello, intentan boicotear a los profesores que no la secundan presionánoles para que no informen con claridad a los padres de cuál es su decisión. Por otro lado, intenta confundir a los padres, en principio, informando de la convocatoria a última hora, y luego con la absurda maniobra que yo llamo "el lío de las puertas"(porque no he mencionado que, finalmente, la puerta de abajo, que era la que debía permanecer abierta, según el cartel, estuvo cerrada hasta pasados diez minutos del toque de sirena), y sembrando la idea de que los niños van a estar en el patio, no en su aula.
EL CABREO
Y aquí llega ya el momento del cabreo y del "¡Cagüenlaleche!". De acuerdo con la Constitución, existe el derecho a la huelga, pero eso no excluye, que yo sepa, el derecho a no hacerla. Sin contar con el derecho de los padres a estar informados. No se respetó ni a los profesores que decidieron trabajar, ni a los padres, que somos los primeros y más implicados en la educación de nuestros hijos. No dudo de que la estrategia empleada fuera preparada cuidadosamente, pero les salió justo al revés, porque los maestros que quisieron dar clase la dieron y los padres no nos dejamos confundir. La huelga no tuvo la aparente incidencia que ellos querían.
LA SUGERENCIA
La próxima vez que se convoque una huelga, infórmennos de ello y del motivo por el que se ha convocado. De esa manera, en vez de ponerse a los padres en contra y crear malestar entre los compañeros, entenderemos lo justo de sus motivos (y esto lo digo completamente en serio, porque según he sabido después, la huelga se hacía en protesta contra la LOE, y yo tampoco estoy de acuerdo con esta ley) y les apoyaremos. Y si la huelga la hacen juntos maestros y padres, de verdad tendrá incidencia y nos harán a todos un poco más de caso.
Espero que hayan aprendido algo del día de ayer: los padres no somos tontos, sus compañeros tienen todo el derecho de no hacer huelga y es mucho mejor y más inteligente no intentar tomarnos el pelo ni a unos ni a otros e intentar ponernos de su parte con una actitud abierta y honesta.

¡Cagüen la leche! ¡Qué culpa tendrán las carreteras...!


Puestos a decir gilipolleces, una de las más gordas es la se emplea como justificación de cualquier accidente de tráfico: "Es que es una carretera muy mala". Y una mierda, señores: las carreteras no son malas ni buenas, las carreteras tienen un trazado más o menos sinuoso y el firme en mejor o peor estado, y carecen, que yo sepa, de cualquier intencionalidad moral, lo que las exime de esa absurda calificación. Pues no, las carreteras no son malas ni buenas, es malo el conductor que no sabe adaptarse a las condiciones de la carretera por la que transita y a las del vehículo que conduce. Es malo el conductor que cree que ser buen conductor consiste en correr más que nadie y que las señales de tráfico son un bonito adorno para romper la monotonía de la conducción o una distracción peligrosa para la misma; es malo el conductor que no respeta los límites de velocidad establecidos, y el que adelanta sin que se den las condiciones para hacerlo con seguridad, y el que conduce con alguna copita de más porque nunca le pasa nada a uno hasta que le pasa (esas cosas sólo les pasan a los demás); es mal conductor el que toma a ciento veinte una curva que no puede tomarse a más de ochenta, y el que no respeta la distancia de seguridad y se pega a la trasera del coche que le precede, y el que confía tanto en sí mismo y en su magnífico vehículo que no se da cuenta de que en cualquier momento pueden fallar el vehículo y él (¿quién está exento de tener un ligero mareo, o qué coche no puede tener una avería inesperada?); es malo el conductor que no pone sus cinco sentidos en la conducción... Es malo el conductor que... Así podríamos seguir hasta completar una relación con más kilómetros que el trayecto de ida y vuelta entre La Coruña y Melilla. Por más campañas que haga Tráfico y por impactantes que sean, está demasiado arraigada la idea que mencionaba: ser un buen conductor consiste en correr más que nadie y no respetar las normas de circulación.
¡Cagüen la leche! ¿Cuándo nos enteraremos de que la culpa de los accidentes no la tienen las carreteras, sino los conductores?